14 de marzo de 2011

Glosa de Alberto Salas a Juan Grosso como Cargador Distinguido 2011

CARGADOR DISTINGUIDO 2011

HERMANDAD DE LA RESURRECCIÓN

JUAN GROSSO ARAGÓN

La Isla de León a once de marzo de dos mil once

Alberto Salas Sánchez

Zaragoza

Reverendo Padre Director Espiritual de la Hermandad de la Resurrección y Párroco de la Iglesia de San José Artesano, Señor Presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Señor Hermano Mayor de la Hermandad de la Sagrada Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y Maria Santísima de la Victoria, Hermanos Mayores de otras cofradías, Hermanos del Resucitado, capataces, cargadores, cofrades, amigos todos:

Cuando alguna Hermandad, un cofrade o amigo me solicita que colabore en algún acto o en cualquier otro tipo de iniciativa, lo primero que hago es calcular mentalmente mis posibilidades de salir airoso del asunto que se trate, y si es así, suelo contestar afirmativamente. Cuando Juan Grosso me pidió que lo presentara con motivo de haber sido elegido “Cargador distinguido 2011” reconocimiento que anualmente realiza la Hermandad de la Sagrada Resurrección, en este caso cambié mi método y forma de actuar. Lo primero que hice fue alegrarme por ello y felicitarle efusivamente. Y en lugar de sopesar mentalmente el alcance de lo que me había pedido y las posibilidades de hacerlo bien, deje en este caso que fuera mi corazón y no mi mente quién le diera la respuesta. Y lógicamente esta fue positiva. Porque conozco a Juan Grosso desde hace mucho tiempo, sé de su valía, de su seriedad, del esfuerzo y ganas que ha puesto y pone en todo aquello que realiza buscando siempre el beneficio de la Semana Santa.

Corría la primavera del año 1970 cuando, en un azul y luminoso Domingo de Ramos, Juan Grosso amarró por primera vez su almohada de cargador en un Paso, en el último palo del Cristo del Medinaceli. Su padre, que había formado parte de la cuadrilla del viejo capataz Tinoco Mera, por esos años ya se había retirado y dejado el oficio, pero debió llenarle de satisfacción y orgullo comprobar como su hijo Juan continuaba con la tradición familiar. Y esa primera vez debió de gustarle de tal forma, debió de entusiasmarlo con tanta fuerza, que durante muchos años siguió yendo debajo de los Pasos, hasta alcanzar el año 1997 en que se despidió definitivamente como cargador. Veintisiete años. Veintisiete Semanas Santas de entrega continuada bajo las andas.

Cuando Juan Grosso entra a formar parte de la cuadrilla del capataz Nicolás Carrillo lo hace de la mejor manera posible, de la mano de un hijo de dicho capataz: Paquito, recientemente fallecido tras larga enfermedad. Y es Paco Carrillo Tinoco, hijo y nieto de capataces, persona sencilla y de gran corazón, que no buscó jamás ningún tipo de protagonismo, el que guía a Juan en estos primeros pasos del inicialmente desconocido mundo de los cargadores.

Y lo lleva a la calle La Herrán, al bar de Manolo donde se reúnen los hombres de la cuadrilla y le presenta a los que serán en un futuro sus compañeros bajo las caídas. Y allí, expectante, en medio de la calle y haciendo un círculo alrededor del capataz, con un pellizco en el estómago espera cada tarde de los días de Semana Santa a que se nombre al personal que va a acudir a cada una de las cofradías que han contratado a la cuadrilla. Y Juan observa respetuosamente como el capataz Nicolás Carrillo se coloca sus gafas de vista cansada y lee su nombre que figura anotado con cuidada escritura en un folio:

Juan Grosso.… al Medinaceli, Juan Grosso… al Ecce-Homo, Juan Grosso… a la Caridad, …. a la Misericordia, … a la Virgen de los Dolores, …. al Cristo del Nazareno...

Juan continúa cargando durante unos años que podríamos definir de absoluta y total calma en el seno de las cuadrillas tradicionales de la época, pero de repente se desencadenan tiempos de turbulencias y complicaciones. Nos remontamos treinta años atrás, a la década de 1980 en la que se produce un hecho que va a remover los cimientos de la carga. Son años de cambios y zozobras para la existencia de unas cuadrillas tradicionales que habían mantenido su idiosincrasia y forma de ser, actuando sin variación durante décadas, manteniendo el devenir de la tradición desde tiempos inmemoriales. Se escucha, se comenta, se rumorea por los mentideros cofrades que algunas hermandades piensan romper con lo antiguo. Con las cuadrillas tradicionales. Las cofradías de la Isla comienzan a constituir cuadrillas de Hermanos. La primera en dar el paso fue Mater Amabilis en 1973. Luego la de Cristo Rey en el año 1981. Le sigue en 1982 la Hermandad del Nazareno resolución que toma su recordado Hermano Mayor Fernando Ponce.

Esta decisión tomada por algunas cofradías, y sobre todo, muy especialmente por la Hermandad del Nazareno de constituir sus propias cuadrillas de hermanos, origina entre los componentes de las cuadrillas tradicionales grandes polémicas, cismas y rupturas, debido a que una parte de los cargadores decidieron integrarse en esas cuadrillas de nueva creación. Otros no. Otros cargadores prefirieron seguir manteniendo su fidelidad al capataz de siempre y arrostrar con él lo que el futuro les deparara.

Juan Grosso en ese momento crucial tiene su alma y su corazón partido en dos. Se trata de una decisión dura pero hay que tomarla. No quiere perder la oportunidad y el privilegio de seguir cargando al Señor de la Isla, no quiere que de pronto su cita anual con la madrugada isleña se trunque, se esfume como el humo del incienso sube al cielo.

Es el tiempo de los hombres valientes. Y la devoción que Juan Grosso siente por su Cristo del Nazareno lo lleva a embarcarse en esta nueva empresa. La decisión es difícil y dura pero la toma. Atrás van a quedarse muchos sentimientos, compañeros de palo, amistades… La confianza forjada durante años con su capataz tradicional se quiebra, aparecen enemistades con algunos cargadores con los que antaño compartiera trabajo y fatigas. Pero la decisión está tomada en firme y comienza la nueva aventura. Cuarenta y ocho cargadores de la cuadrilla de Nicolás Carrillo, entre ellos Juan Grosso, deciden integrarse en la cuadrilla de nueva creación de Hermanos del Nazareno, aunque al final, únicamente treinta y nueve de ellos salen bajo las moradas caídas en ese primer año.

Después de estar varios años formando parte de la cuadrilla de Hermanos del Nazareno, Juan es elegido en Asamblea de cargadores como capataz, siendo designado para dirigir a la Virgen de los Dolores en el año 1.992 y al Cristo del Nazareno en 1.993.

Me imagino la emoción de Juan en esa noche del Jueves Santo, en la que recibe su bautizo nada menos que como capataz de la Virgen de los Dolores, poniéndose delante del Paso, mandando y dirigiendo a sus hombres durante toda la noche. Me lo imagino en el momento mágico de recogerse la Virgen ya con el sol alumbrando en la Plaza de la Iglesia después de la tensión y el esfuerzo de tantas horas:

La Virgen de los Dolores,

la Reina de la mañana,

la llevan los cargadores

tras la larga madrugada.

Debajo luchan los hombres

tirando el paso a las bandas

moviendo el morado palio

con el compás de las marchas,

los varales cimbreándose,

bordándole filigranas

para alegrar a la Virgen

tras una noche estrellada.

La Virgen del Nazareno

la Reina de la mañana

ya va entrando en su templo

tras la larga madrugada.

Ya la Virgen se recoge,

¡capataz que no se vaya!,

que el corazón se me encoge

entristeciéndome el alma.

Y cuando su paso palio

la oscura puerta traspasa

nos quedamos ya huérfanos

sin saetas ni palabras,

hasta que en el próximo año,

si Dios lo quiere y lo manda,

si Dios desea que viva

la nueva Semana Santa,

te saquen tus cargadores

despacito ¡ole! y a las bandas

y el alegre tintineo

de tus varales de plata,

marquen de nuevo el compás

a la carga más preciada.

Ya la Virgen se recoge,

¡capataz que no se vaya!,

que el corazón se me encoge

¡capataz que no se vaya!

Aquí no acaba su capatacía, pues posteriormente Juan entra a formar parte de la cuadrilla de Hermanos de Columna, siendo elegido capataz entre los años 1.997 y 1.999, y acompañado en su función por Manuel Sánchez Polanco.

Al merecido reconocimiento que hoy damos a nuestro amigo Juan, como fruto de su experiencia de cargador y de su buen hacer como capataz, habría que añadirle una tercera faceta relacionada con la Semana Santa y desconocida para muchos de los presentes. Su gran conocimiento de la saeta. Y por ello cada año forma parte del jurado de la Asociación de Vecinos La Marisma, y que actualmente es el único Certamen de Saetas que se celebra en San Fernando.

Juan a lo largo de muchos años bajo los Pasos ha escuchado numerosas saetas y de ahí le viene el conocimiento. Porque nuestra Semana Santa, las procesiones donde plásticamente se refleja la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, es el nexo de unión entre la carga y las saetas, punto de encuentro entre el saetero y el cargador. No podríamos concebir una Semana Santa sin que los cargadores de la Isla realizaran el oficio de llevar los pasos con su maestría y estilo característico, pero tampoco la concebiríamos sin la potente y desgarrada voz del saetero. El ritmo del cante y el andar con ritmo van de la mano, se compenetran como si fueran uno solo, creando esa obra de arte extraordinaria y fugaz cual es la visión de un paso de palio meciéndose airosamente, tintineando sus varales, mientras de fondo se escucha una saeta.

Desde el mismo instante en que se abren las puertas del Colegio de La Salle y el “Hosanna” de las rubias palmas en manos de alegres e infantiles hebreos nos avisan que con la salida de la Borriquita se va a iniciar la Semana Santa, en cualquier momento, a lo largo de las penitenciales noches y hasta que el Señor resucite, en el lugar más inesperado puede saltar una saeta rompiendo el monótono y lento redoblar de los tambores. Espontánea, saliendo del corazón del saetero vuela desde la encalada azotea, desde el barroco balcón o desde la misma orilla del paso. Y la mejor escuela para saber de saetas, donde Juan aprendió y las apreció es precisamente debajo del Paso, escuchando su triste lamento mientras se realiza el esfuerzo supremo de llevar a Cristo o a su Madre sobre los hombros. Y allí estaba Juan para impregnarse de este profundo cante cuaresmal.

Pero el amor de nuestro amigo Juan por la Semana Santa no se ha quedado únicamente limitado y encorsetado en la Isla, sino que por el contrario alcanzó otro contorno, y así fundó “La Cuadrilla de Amigos de Gracia y Esperanza”, la cuál recibe su nombre por ser el primer Paso que saca en la cercana localidad de Barbate, la Virgen de Gracia y Esperanza.

Capitaneada esta cuadrilla por Juan Grosso inició su andadura en el año 2.001, manteniendo el estilo tradicional de carga que aprendió inicialmente como cargador de la cuadrilla de Nicolás Carrillo y que fue desarrollando en su larga trayectoria en las cuadrillas de hermanos a las que perteneció tanto como cargador y capataz.

Un día escribí en la prensa sobre Juan Grosso y su cuadrilla, y los definí como Embajadores. Los grandes Embajadores del estilo de carga isleño en otro rincón marinero de la geografía gaditana cuál es Barbate. Allí Juan Grosso con la inestimable y eficaz ayuda de su amigo y capataz Francisco Vidal Muñoz, Paco Vidal, han ido ganándose a pulso, levantá tras levantá, poquito a poco y a las bandas, el corazón, el cariño y el afecto de las cofradías y del pueblo de Barbate desde que ahora hace diez años cargaran por primera vez la Virgen de Gracia y Esperanza, aquella que dio nombre a la cuadrilla.

Poco a poco, trepá a trepá, Juan ha ido demostrando su buen hacer, la forma tan excelente que tiene de llevar a Cristos y Vírgenes, el amor y esfuerzo que pone en la tarea, y eso ha permitido que sea apreciado allí por todos los barbateños, siendo buena prueba de lo que cito el gran número de cofradías que a lo largo de estos años han depositado en los hombros de estos isleños lo más preciado para ellos, lo que más quieren,… a sus Titulares.

Todo empezó una tarde de martes santo sacando un solo Paso y hasta seis llegó a llevar en una Semana Santa: la Virgen de Gracia y Esperanza, Jesús Orando en el Huerto, Cristo del Ecce-Homo, Virgen de la Salud, Cristo del Santo Entierro, y el Resucitado.

Y en lo personal me consta el cariño que le tienen a Juan los barbateños, pues tuve el honor de ser testigo en la presentación que hizo del Cartel de la Semana Santa de Barbate del año 2004, y como a su finalización fue aclamado y felicitado por todos, dándosele un trato excelente y muy cariñoso.

Actualmente sigue yendo cada martes santo a sacar la Hermandad del Huerto y por eso me reitero en el título de Embajadores de la Isla. Es un orgullo y algo de agradecer que Juan Grosso con su gente sigan manteniendo viva la llama y den a conocer el estilo isleño.

Y para no alargarme más quiero enfatizar la trayectoria del cargador distinguido de este año haciendo un breve recorrido, un resumen de lo que ha sido su vida alrededor de los Pasos y de nuestra Semana Santa durante esos veintisiete años de dedicación: desde que Juan se iniciara en la cuadrilla de Nicolás Carrillo, pasando por las vivencias de la desaparición de los cargadores tradicionales, y su entrada en las cuadrillas de hermanos. Y para ello quiero tomar como eje central de su trayectoria a su querido Cristo del Nazareno al que llevó tantas y tantas madrugadas:

Cargador del Nazareno,

del Nazareno de mi alma,

cada nueva primavera,

cada cuaresma que pasa

deseo cargarte en mis hombros,

regreso con nuevas ganas

a llevarte con mi esfuerzo,

y que reines en tus andas,

pasearte por la Isla quiero

en alegre levantada.

Nicolás Carrillo al frente

capataz de buena fama,

dirigiendo a hombres curtidos

bajo esas pesadas andas.

Entre ellos carga Juan Grosso

de lealtad comprobada,

con humildad, en silencio,

que solo trabaja y calla,

escuchando las órdenes

del que por afuera manda.

Se fueron los cargadores

que los Carrillo llevaran,

tiempos tristes y de luto

después de una vida larga.

Se acabaron las cuadrillas

que Tinoco Mera creara,

terminaron los esfuerzos,

se quedaron sin palabras

aquellos a los que antaño

tanto y tanto se alabara.

Nadie tus logros recuerda,

nadie canta las hazañas

de “cargadores de la isla”,

“marineros de la mar”,

tan solo quedan los ecos

del viejo poeta al recitar.

Se fueron los cargadores

que los Carrillo llevaran,

quedaron solo las sombras

de una historia ya pasada.

Y llegaron los Hermanos,

valientes, la frente muy alta,

Juan Grosso de los primeros

ha amarrado su almohada.

Hermanos del Nazareno,

del Nazareno de mi alma,

me metí bajo tus palos

luchando en nueva batalla,

con poderío fui andando

meciendo el Paso a las bandas,

cargándote por derecho,

rodeado de gente brava.

Por abajo en la bodega

hombres con oficio y maña:

el Milupa, Pepe Vela

Polanco, Manolo Ocaña,

Mariano, Paco Calzones,

y Pepe el Capi, el Caballa.

Cargadores de solera

gente buena donde la halla,

que saben tu gran entrega

de compañero de carga.

¡Que nunca fallastes Juan!

Que con ilusión y ganas

siempre fuistes el primero

cargando a tu Nazareno

en las largas madrugadas.

¡Que nunca fallastes Juan!

Que en noches ya pasadas,

rendistes toda tu vida

y el Nazareno no olvida

que siempre distes la talla.

Un abrazo y muchas gracias.

La Isla de León a once de marzo de dos mil once

Alberto Salas Sánchez Zaragoza